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El Colegio
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Ideario

Identidad y sentido de nuestra vocación carmelitana

“Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
(Mt 28, 19 – 20)

Espiritualidad teresiano-sanjuanista
Naturaleza de los colegios de Carmelitas Descalzos
La comunidad educativa
Luz para un nuevo amanecer

Espiritualidad
Teresiano-Sanjuanista

Los Carmelitas Descalzos se sienten interpelados por el Evangelio, y quieren responder a esta invitación que nos hace Jesús resucitado colaborando en su obra redentora de modo singular, siendo fieles a su carisma teresiano. Los carmelitas descalzos…

…abrazan la vida religiosa “en obsequio de Jesucristo” acogiéndose a la protección de Nuestra Madre la Virgen María, e imitándola como modelo de configuración con Cristo;
…viven su entrega a Dios formando una comunidad fraterna basada en la caridad, a imagen y semejanza del “pequeño colegio de Cristo”;

…están llamados a la amistad con Dios mediante una vida orante, siendo dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo;

…trabajan de distintas maneras en servicio de la Iglesia y de los hombres.

Santa Teresa de Jesús

Nació el 28 de marzo de 1515 en Ávila. Hija de D. Alonso Sánchez de Cepeda y de Dña. Beatriz de Ahumada. Fue la tercera de doce hijos de su matrimonio. A los 20 años abraza la vida religiosa en el convento de la Encarnación de las Carmelitas de Ávila. Pronto cayó enferma y estuvo incluso a punto de morir por una enfermedad que la dejó postrada en una cama durante tres años. A lo largo de su vida arrastró problemas de salud. Sin embargo Teresa se hizo fuerte en Jesús sobretodo a través de la oración asidua.

En 1562, en medio de grandes dificultades, funda el convento de San José, en Ávila, en el que intenta vivir con otras hermanas siguiendo el ejemplo de Cristo. Para Teresa la vida comunitaria debe de caracterizarse por tres rasgos importantes:

El amor de unas con otras, es decir, en el monasterio todas se debían de amar, de respetar. No podía haber resentimientos, celos o envidias que pudieran romper la unidad de la comunidad.

El desasimiento, esto es, vivir con lo necesario, ser feliz con lo que uno tiene sin pretender llevar una vida de opulencia. Pero también desasimiento de uno mismo, amando a las demás al estilo de Cristo, llegando incluso a dar la vida si fuera necesario.

La humildad que brota sobre todo como consecuencia del descubrimiento de dos realidades: conocimiento profundo de sí mismo y de Dios.

Teresa luchó porque sus monjas vivieran de esta manera, como una familia en la que todo se comparte, imitando el ejemplo de los apóstoles en torno a Cristo. Tras cinco años en el monasterio de San José, Teresa sintió cómo Jesús la llamaba a fundar nuevas comunidades de religiosas que vivieran con este mismo estilo. Así, a San José de Ávila, siguieron las fundaciones de Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Soria, Granada y Burgos. Después de recorrer miles de kilómetros murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

Sus obras literarias más destacadas son: Libro de la Vida, Camino de Perfección, Moradas, Libro de las Fundaciones. Sus escritos se difundieron después de su muerte e influyeron en la evolución del castellano. Pero si por algo destacan sus escritos es por ser libros vivos que muestran el modo de orar que ella tenía. Por esta razón fue declarada Doctora de la Iglesia por el papa Juan Pablo II.

San Juan de la Cruz

Nació en junio de 1542 en Fontiveros (Ávila), y es el tercer hijo del matrimonio formado entre Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez. Ambos trabajaban como tejedores, un oficio bastante humilde y poco remunerado. Son años malos para Castilla, de hambres y epidemias. A los pocos meses de nacer Juan, Catalina enviudó y perdió a su segundo hijo, Luis. Así que decide ir a Medina del Campo con sus dos hijos, Francisco y Juan.

En Medina del Campo Juan inicia sus estudios en el Colegio de la Doctrina en el que se impartían clases gratuitamente a niños pobres y huérfanos. Posteriormente empieza a trabajar cuando todavía era niño en el hospital de las Bubas. Un triple quehacer ocupa las horas de Juan en el hospital: el oficio de enfermero, el de colector de limosnas para los enfermos y el de estudiante en el nuevo colegio de la Compañía de Jesús.

Con 21 años decide hacerse religioso y entra en el convento del Carmen. Estudia Teología en Salamanca. Al acabar el tercer curso conoció a Teresa de Jesús que había fundado un convento de carmelitas descalzas en Medina del Campo. Juan queda prendado y lleno del espíritu de Teresa y se compromete en la empresa de llevar la Reforma iniciada por Teresa a los religiosos. El primer convento de frailes de la Reforma será Duruelo, una alquería en la provincia de Ávila. Seguirán nuevas fundaciones.

Sin embargo, muchos en aquel tiempo no veían con buenos ojos la obra iniciada por Teresa y Juan de la Cruz. Mucho tuvieron que pasar ambos para llevar su obra adelante. Juan de la Cruz fue incluso secuestrado y recluido en el convento del Carmen de Toledo en una habitación más semejante a un zulo que a una celda. Allí pasó nueve meses hasta que una noche consiguió escapar refugiándose en el convento de las carmelitas descalzas de Toledo.

Posteriormente fue destinado a un convento ubicado en la sierra de Segura: El Calvario. Su estancia en Andalucía fue prolongada, en lugares como: Baeza, Beas de Segura y Granada principalmente, aunque por su cargo de Vicario Provincial de los Carmelitas Descalzos en Andalucía visitó múltiples municipios de las provincias de Jaén, Granada, Córdoba, Sevilla y Málaga. Fue en nuestra tierra donde escribió la mayor parte de sus obras literarias: Cántico Espiritual, Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura y Llama de Amor viva entre otras. Sus obras son comentarios a poesías que él mismo compuso. Por la belleza, profundidad y perfección de sus versos fue elegido como patrón de todos los poetas de habla castellana.

Detalles que nos han llegado de Juan de la Cruz son su profunda humildad; su caridad para con los enfermos a los que atendía con cariño y paciencia; sus dotes para la dirección espiritual de almas; su alegría serena, si veía a algún fraile con mala cara lo acompañaba y estaba con él el tiempo necesario hasta que se le pasara el mal humor; su amor a la naturaleza; su gusto por la música y las artes, aunque a él no se le daban muy bien.

Juan de la Cruz murió en Úbeda la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591. Las obras de Juan de la Cruz se han convertido en clásicos de la literatura universal. Además, es maestro y guía de almas, siendo muy apreciado incluso por personas procedentes de otras religiones, por lo que fue declarado Doctor de la Iglesia.

Naturaleza de los Colegios
de Carmelitas Descalzos

“Le presentaban también unos niños pequeños para que los tocara y, al verlo, los discípulos les reñían. Mas Jesús llamó a los niños, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el reino de Dios como niño, no entrará en él.” (Lc 18, 15 – 17)

De las palabras de Jesús se desprende que en la evangelización los jóvenes han de ocupar un lugar privilegiado. Ellos no son sólo destinatarios del mensaje de Jesús, sino que han de ser también protagonistas, pues muchas veces Dios nos habla por medio de ellos.

El primer objetivo del proceso educativo que se lleva a cabo en nuestros centros ha de ser el desarrollo integral y armónico de los niños: desarrollo lingüístico, musical, lógico-matemático, espacial, cinestético-corporal, intrapersonal, interpersonal, emocional, espiritual.

A continuación presentamos el perfil del joven que nuestros centros educativos buscan formar como reto y tarea para la Iglesia y el mundo de este siglo XXI:

2.1. Relación consigo mismo y con los demás

El joven va conociéndose a sí mismo, valorando sus cualidades, desarrollando sus potencialidades y reconociendo sus límites con el fin de que se acepte y valore de forma positiva como persona.

Es capaz de amar y de crear vínculos afectivos fieles y profundos con las personas que le rodeen, en especial con sus familiares y compañeros de colegio.

Asume de un modo sano su sexualidad en la reciprocidad de amor y respeto entre la mujer y el hombre.

Crece en responsabilidad y compromiso y realiza un buen uso de su tiempo libre.

Es una persona dotada de conciencia, honesta e íntegra, coherente consigo misma que se siente feliz haciendo el bien.

2.2. Relación con el mundo y con la historia

Valora el trabajo como una forma de realización personal. Se siente útil, valioso, por el servicio que desarrolla.

Da más importancia a las personas que a las cosas. Se siente interpelado por los problemas que atraviesa el mundo actualmente.

Es una persona inquieta, que apuesta por la verdad, la paz, la solidaridad, el desarrollo sostenible, la justicia y la libertad como columnas básicas de nuestra sociedad.

Valora de forma positiva y cuida el medio ambiente contribuyendo a no deteriorarlo y a llevar una vida cotidiana lo más ecológica posible.

Debe de aceptar y respetar las diferencias de raza, lengua, ideología, religión, sexo, etcétera, como algo enriquecedor, siendo capaz de desarrollar relaciones de empatía con estos grupos sociales.

Es capaz de afrontar conflictos por el camino del diálogo y la no-violencia antes que por el de la confrontación.

Posee conciencia crítica ante los acontecimientos cotidianos.

Se siente parte de una sociedad compuesta por personas que como él buscan la felicidad. Es capaz de trabajar en equipo.

2.3. Relación con Dios

Descubre a Cristo como centro de su vida, como amigo que siempre está junto a él, que lo entiende, que sabe por lo que pasa, que lo ama.

Ve en la Virgen María a su segunda Madre, acogiéndose a su protección e imitándola en el seguimiento de Cristo.

Es capaz de ver huellas de Dios en la naturaleza, en las personas, en los acontecimientos cotidianos.

Reconoce que todo lo que tiene -familia, cosas materiales, capacidades, etc…- son dones de Dios y se siente agradecido y responsable ante tales regalos.

Se integra en la vida de la Iglesia de forma activa a través de los sacramentos, de la liturgia, de las celebraciones.

Es una persona comprometida y servicial con todos, aunque especialmente con aquellos que para Cristo eran los bienaventurados: los que lloran, los pobres, los marginados, los perseguidos…

La comunidad educativa

“Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34 – 35).

Lo que marca la pertenencia de nuestro colegio a la Iglesia, a la comunidad de seguidores de Jesús ha de ser el amor y el respeto en las relaciones entre los distintos miembros de la comunidad educativa. No basta con proporcionar a los jóvenes unos conocimientos teóricos, unas destrezas o unas capacidades si todo esto no va acompañado de caridad. El amor de unos con otros no es sólo un objetivo a alcanzar, sino que es además el modo en que la comunidad educativa debe proceder en su labor. El mandamiento del amor alcanza a todos los que formamos la comunidad educativa: institución titular, alumnos, padres, profesores, departamento de orientación pedagógica y el personal de administración y servicios.

La institución titular de los colegios es la Orden de los Hermanos Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (Carmelitas Descalzos), y es la responsable de la definición, interpretación y continuidad de los principios y criterios de actuación que garantizan la calidad de la educación cristiano-carmelitana en nuestros centros educativos.

Los alumnos son los protagonistas de su formación. Intervienen activamente en la vida del colegio y asumen responsabilidades según las capacidades propias de su edad.

Los padres, como principales responsables de la educación de sus hijos, han de participar de la vida del colegio y deben de dialogar con los tutores de los alumnos para que la acción educativa sea más eficiente.

Los profesores juegan un papel decisivo en el colegio, ya que están directamente implicados en la preparación, realización y evaluación del Proyecto Educativo. Han de cumplir su tarea de la forma más profesional posible, adaptando la asignatura a las características y singularidades propias de los alumnos, y estableciendo vínculos de afectividad con éstos, de modo que ellos sientan el colegio como su segunda casa. Además, deben coordinarse entre sí de modo vertical -en los distintos departamentos- y de modo horizontal -en los distintos cursos y ciclos académicos-.

El departamento de orientación pedagógica ha de ser un instrumento eficaz en la ayuda individual y colectiva en la consecución de los objetivos educativos.

El personal de administración y servicios presta una valiosa colaboración realizando funciones totalmente necesarias para el buen funcionamiento del centro.
4. Luz para un nuevo amanecer

 “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la meten en un cajón, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre del cielo” (Mt 5, 14 – 16).

Somos conscientes de que nuestros jóvenes serán los futuros abogados, economistas, empresarios, ingenieros, enfermeros, médicos, electricistas, fontaneros, técnicos, logopedas, educadores, periodistas, funcionarios, mecánicos, albañiles, trabajadores sociales, sacerdotes, religiosos, catequistas, vendedores, militares… Ellos moverán el mundo. Nuestra razón de educar no es sólo la de proporcionarles los medios para que lleguen a ser todas esas cosas, sino principalmente la de concienciarles de que todos ellos tienen algo en común: todos han nacido para ser luz que ilumine a las gentes del siglo XXI.

Nuestro mundo pasa por las tinieblas del hambre, las enfermedades, el paro, las relaciones laborales injustas, la explotación, el odio racial, la intransigencia, el terrorismo, las guerras, las drogas, los imperios de las grandes multinacionales, la indiferencia, el relativismo, el desmembramiento de las familias… Necesitamos un nuevo amanecer, una nueva forma de vivir en la que todos seamos importantes, en la que vivamos la fraternidad, un mundo en el que la paz sea una realidad para los pueblos, en el que nadie tenga que abandonar su tierra para buscar un futuro incierto: Otro mundo mejor es posible.

“El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también el gozo y la esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido para proponérselo a todos, el mensaje de la salvación. Por ello esta comunidad se siente verdadera e íntimamente solidaria con la humanidad y con su historia” (Constitución Pastoral Gaudium et Spes nº 1 del Concilio Vaticano II).

En nuestro centro no queremos formar a jóvenes gregarios ni conformistas con los problemas de hoy, sino a personas que luchen por la paz y la justicia desde la verdad y el amor, al estilo de Jesús de Nazaret y con la fuerza que nos da su Espíritu Santo en esta gran comunidad abierta al mundo que llamamos Iglesia.

La luz de un nuevo amanecer

“Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la meten en un cajón, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre del cielo” (Mt 5, 14 – 16).

Somos conscientes de que nuestros jóvenes serán los futuros abogados, economistas, empresarios, ingenieros, enfermeros, médicos, electricistas, fontaneros, técnicos, logopedas, educadores, periodistas, funcionarios, mecánicos, albañiles, trabajadores sociales, sacerdotes, religiosos, catequistas, vendedores, militares… Ellos moverán el mundo. Nuestra razón de educar no es sólo la de proporcionarles los medios para que lleguen a ser todas esas cosas, sino principalmente la de concienciarles de que todos ellos tienen algo en común: todos han nacido para ser luz que ilumine a las gentes del siglo XXI.

Nuestro mundo pasa por las tinieblas del hambre, las enfermedades, el paro, las relaciones laborales injustas, la explotación, el odio racial, la intransigencia, el terrorismo, las guerras, las drogas, los imperios de las grandes multinacionales, la indiferencia, el relativismo, el desmembramiento de las familias…

Necesitamos un nuevo amanecer, una nueva forma de vivir en la que todos seamos importantes, en la que vivamos la fraternidad, un mundo en el que la paz sea una realidad para los pueblos, en el que nadie tenga que abandonar su tierra para buscar un futuro incierto: Otro mundo mejor es posible.

“El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también el gozo y la esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido para proponérselo a todos, el mensaje de la salvación. Por ello esta comunidad se siente verdadera e íntimamente solidaria con la humanidad y con su historia” (Constitución Pastoral Gaudium et Spes nº 1 del Concilio Vaticano II).

En nuestro centro no queremos formar a jóvenes gregarios ni conformistas con los problemas de hoy, sino a personas que luchen por la paz y la justicia desde la verdad y el amor, al estilo de Jesús de Nazaret y con la fuerza que nos da su Espíritu Santo en esta gran comunidad abierta al mundo que llamamos Iglesia.